El fracaso del capitalismo en Venezuela: el caso de la industria automotriz
Juan C. Villegas P.
Centro de Investigación y Formación
Obrera (CIFO-ALEM)
En anteriores trabajos[i] se han realizado
aproximaciones que intentan explicar la especificidad del proceso de
acumulación de capital en Venezuela, destacando el hecho de que tal proceso se
sustenta en la captación de la renta petrolera con lo cual, el resto de las
actividades económicas depende de manera importante de la distribución de la
misma por medio de diversas modalidades expresadas en términos de política
económica bien sea cambiaria, fiscal o financiera. En base a la
captación de renta, tanto los capitales nacionales como los capitales de origen
extranjero localizados en Venezuela, pueden compensar su escasa productividad,
y por tanto su inviabilidad de inserción en el mercado mundial. El sector
manufacturero y más concretamente la industria automotriz, representan un claro
ejemplo de ello, por lo que el presente escrito pretende esbozar algunos
elementos que dan cuenta de la ineficiencia de esta rama industrial en
Venezuela y de como la actual crisis que afecta a dicho sector no hace más que
dejar en evidencia las limitaciones de su proceso de acumulación de capital.
Una industria remolcada
La industria automotriz en Venezuela,
nace en el marco de la política de Industrialización por Sustitución de
Importaciones (ISI) adoptada al final de la década de 1950 y principios de 1960[ii], impulsada por la
ideología desarrollista de la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL), y cuyo objetivo era desarrollar la industria en los países de la
“periferia”, mediante el impulso de la producción nacional de bienes de
consumo valiéndose de la protección arancelaria a las industrias localizadas a
lo interno del país, el financiamiento estatal de actividades industriales de
capital privado y una política cambiaria que permitiese abaratar la importación
de bienes de capital. Bajo esta modalidad, los capitales localizados en
Venezuela, son receptores de una fracción de la renta que les permite compensar
su baja escala productiva, los mayores costos de producción que se derivan de
esta y el empleo de tecnología menos avanzada [iii].
En el caso especifico del sector
automotriz, la localización de plantas en países de escaso desarrollo
industrial, también responde a una estrategia de las empresas transnacionales
del ramo para obtener ventajas de localización derivadas la protección
arancelaria, la disminución de costos de transporte y el empleo de fuerza de
trabajo a un precio menor. El fraccionamiento del capital a una escala nacional
reducida, si bien implica limitadas posibilidades de crecimiento y una menor
productividad que eleva los costos de producción, obtiene la posibilidad de
realizar su proceso de acumulación mediante diversos elementos compensatorios
basados en la captación de renta del suelo, como son: la comercialización en el
mercado interno a precios más altos que en el mercado internacional, un
tratamiento tributario preferencial y por medio de la adquisición de divisas a
un tipo de cambio sobrevaluado.
Precisamente el último elemento arriba
mencionado, representa en la práctica, un subsidio -proveniente de la renta- a
las importaciones de equipos e insumos que realizan las ensambladoras a la que
vez permite la obtención de divisas a un menor costo con el objeto de
transferir utilidades a sus respectivas casas matrices. La figura Nº 1,
representa de modo sencillo como el capital de la industria automotriz
fraccionado en el ámbito nacional realiza su proceso de acumulación gracias al
“remolque” de la renta petrolera.
Figura Nº 1: La captación de renta por parte
de las ensambladoras en Venezuela
“Las comparaciones son odiosas”[iv]
Para tener una visión acerca del
carácter ineficiente del sector automotriz venezolano, basta comparar algunos
indicadores de la industria local con los que presentan otras fracciones
nacionales de la industria automotriz a nivel mundial. En primer término, los
datos que corresponden al número unidades producidas anualmente, revelan que
este sector está entre los últimos en la carrera mundial de fabricación de
automóviles. Sería exagerado comparar la producción de las automotrices
venezolanas con los grandes productores a nivel mundial como Corea, Japón,
China o Alemania, pero resulta útil realizar la comparación en relación a
otros países latinoamericanos como Argentina, Brasil y México[v].
Lo que revela el gráfico Nº 1, resulta
más que evidente. Si se toma como referencia el año 2007, en el cual se
produjeron en Venezuela 172.418 vehículos (la cifra más alta desde 1978 en la
que la producción alcanzó las 190.000 unidades), la producción de las
automotrices locales resulta diminuta comparada con la de otra naciones
latinoamericanas. En el año referido, la producción en Argentina fue de más del
triple de la venezolana, la de México doce veces mayor y la de Brasil
diecisiete veces más grande. Es necesario tomar en cuenta que para esa fecha
Brasil estaba en el puesto 7 del ranking OICA de países productores, México en
el puesto 11, Argentina en el 23 y Venezuela en el puesto 37. Los datos del
primer semestre de 2014, señalan que México y Brasil se ubican en los puestos 7
y 8 respectivamente, Argentina se continúa en el puesto 23, y en Venezuela esta
industria está prácticamente paralizada.
Precios sin competencia
Una industria nacional automotriz con
una capacidad productiva tan limitada, genera costos de producción
comparativamente más altos en relación a esa misma rama a nivel internacional,
que por tanto deben ser compensados con precios mayores. Esto es consecuencia
también de que cada una de las empresas automotrices localizadas en Venezuela
tiene como competencia a otras con las mismas limitaciones en cuanto a su
escala productiva, que igualmente tienen que comercializar a precios elevados.
Basta una comparación de precios de algunos modelos ensamblados en Venezuela y
su contraparte en Argentina, Brasil y México, para verificar el abismo que
también existe en términos de precio, resultado de la ineficiencia del capital
automotriz local. La tabla Nº 1, presenta los precios actuales a nivel de cada
país expresados en dólares de Estados Unidos, al tipo de cambio vigente.
En el caso de Venezuela, se toma coma referencia el promedio de la tasa Sicad
la cual establece el tipo de cambio con el que las ensambladoras adquieren
divisas y que para el momento de realizar este escrito se ubica en 11,04 bolívares por dólar.
Lo primero que resalta obviamente son
los elevados precios de los vehículos en el país aun cuando se toman como
referencia los precios de la Superintendencia de Precios Justos. Cualquier
persona que viva en Venezuela conoce las escasas posibilidades de poder
conseguir en algún concesionario de vehículos, algún modelo a los precios que
establece la regulación, y sin embargo, dichos precios son en algunos casos,
más del triple de los que se observan por ejemplo en México. De hacerse la
comparación con base a los precios del “mercado negro de vehículos” la
diferencia sería todavía más
escandalosa.
Es notoria también la paridad de precios
que se observa entre los vehículos de Argentina y Brasil, explicable por el
importante comercio internacional en la rama automotriz que realizan ambas
naciones, aunque con ventaja para el segundo país. En el caso de México, su
integración comercial con Estados Unidos de América (EUA) a través del Tratado
de Libre Comercio para Norteamérica (NAFTA, por sus siglas en inglés) ha traído
como consecuencia que la industria automotriz de EUA se haya trasladado a
México debido a los menores costos de la fuerza de trabajo (seis veces más
bajos que en EUA)[vi], por ende los precios de las automotrices localizadas en México
corresponden a los del mercado norteamericano, mucho más competitivo que el de
Suramérica.
El único de los modelos que presenta un
precio interno más equilibrado es el Chevrolet Spark. Sin embargo, al igual que
buena parte de los vehículos ensamblados en Venezuela, este compacto presenta
características técnicas distintas en detrimento de la calidad y que influyen
en los precios. Es práctica común que en cada país por diversas razones de
adaptación al mercado interno, las ensambladoras realizan modificaciones a los
distintos modelos, lo cual puede explicar el hecho de que en Argentina el
modelo Spark presente un precio mucho más elevado que el del resto de los
países considerados incluyendo Venezuela[vii].
Una industria importadora
Incapaz de competir internacionalmente y
por ende de generar ingresos en dólares para cubrir sus importaciones, este
sector depende básicamente de las asignaciones por parte del estado
capitalista, de las divisas necesarias para mantenerse en funcionamiento. Desde
2004 hasta 2012, de las 10 empresas que adquirieron mayor cantidad de divisas,
4 fueron ensambladoras de vehículos. La empresa que adquirió mayor cantidad fue
precisamente General Motors de Venezuela. La tabla Nº 2 presenta lo dólares
adquiridos por cada firma y el lugar que ocuparon según los montos
asignados por
CADIVI durante dicho período[viii].
No solamente una importante fracción de la
renta petrolera ha sido apropiada por las transnacionales automotrices, sino
que además si se revisan los datos publicados por Instituto Nacional de
Estadística (INE), referentes a las exportaciones del sector automotriz
(incluyendo autopartes) entre 2004 y 2012, el valor FOB de las exportaciones
fue de 1.728 millones de dólares, es decir un monto casi diez veces menor a lo
asignado por CADIVI en el mismo período. En los últimos dos años la parálisis
que enfrenta el sector es resultado de su propia ineficiencia y del hecho que
el estado enfrenta una crisis de liquidez producto del agotamiento de las
reservas de divisas que ha interrumpido la asignación a dicha rama industrial.
Cuando el estado capitalista enfrenta una crisis como la actual y la renta deja
de fluir hacia el sector privado, comienzan las tribulaciones de un capitalismo
local discapacitado y dependiente de la renta, que a su vez hace pagar el
precio de la crisis a los trabajadores mediante la ola de despidos, vacaciones
forzadas y reducciones de sueldo que han denunciado los dirigentes sindicales
del sector.
También llama la atención el hecho de
que dentro de este sector, las dos empresas dedicadas al ensamblaje de
vehículos de carga y de pasajeros, sean precisamente las que menos divisas
hayan adquirido, lo cual refleja el carácter anárquico del capitalismo y en
particular la ineficiencia del estado capitalista venezolano en cuanto a la
asignación de la renta petrolera. Las avenidas de las ciudades venezolanas
están abarrotadas de vehículos particulares los cuales van ocupados únicamente
por el chófer y cuando mucho un acompañante, mientras que el transporte público
está colapsado.
Lo anterior es consecuencia de la
ideología pequeñoburguesa de quienes dirigen las políticas públicas en el país
y desde el populismo han impulsado programas como el
“Plan Venezuela Móvil” y “Venezuela Productiva
Automotriz” que básicamente han consistido en subsidiar la compra de vehículos
particulares y con ello favorecer a un sector automotriz ineficiente, al tiempo
que no se le ha dado prioridad a la necesaria creación de un sistema de
transporte público (estatal), que sustituya al anárquico, inseguro,
insuficiente, obsoleto e ineficiente sistema de transporte colectivo basado en
líneas privadas. Los trabajadores del sector automotriz asimismo han propuesto
reorientar la producción con la finalidad de renovar el sistema de transporte
público a la vez que se rescata la industria[ix], demostrando una vez más que la clase
obrera puede y debe formular políticas en función de sus intereses,
desmarcándose cada vez más de los desatinos populistas.
Valencia, 27 de Octubre de 2014
Web: www.alemcifo.org Correo: alemcifo@gmail.com
@ALEM_CIFO @villegasjuank
Esto es la respuesta a lo que se esta viviendo en Venezuela a nivel económico, creo que ustedes vienen denunciando hace bastante el colapso de nuestra economía y el gobierno y que" socialista nos tiene cada día mas pobre y la burguesía mas ricos.......
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